Lo que nunca espere.

Mi nombre es Andrea, tengo 20 años y tres de esos años los he pasado junto a mi novio, Ivan. La relación con mi novio es la que yo he descrito como la “relación ideal”, ya sabrán porque.

Hace unos días, tuve que ir a una fiesta familiar, donde se celebraba el primer año de una de mis sobrinas, allí pase la noche junto a uno de mis tios; Un hombre alto de tez blanca, ojos azules, y cabello gris, un psicólogo dedicado al análisis, este serio y un poco gruñón pero muy amoroso tío, se llama Francisco, a su lado me veía como un pequeña niña, ya que mi piel es clara, no soy muy alta y mis ojos al igual que mi cabello son negros, en fin. Dure toda la noche al lado de mi tío, hablando sobre cosas que los demás consideraban “aburrido”. tocábamos temas de psicología, y un poco de filosofía, hasta que llegamos al tema de el amor. “El amor se considera un sentimiento, en casos comunes dicho sentimiento se basa en la atracción” esto es algo que los dos teníamos claro, mi tío me pregunto si alguna vez me sentí enamorada, y le dije que muchas veces, a lo que el me respondió “entonces el amor no existe, solo es algo que te proporciona alegría y fervor, algo así como Dios, inexistente pero si crees en el, lo sentirás presente.”

-No creo que sea asi, porque ahora me siento enamorada, y aun no va mal.
-¿imaginas una vida a su lado?
-Si.
-¿te haz imaginado la vida con otra persona?
-No.
-Saliendo de la filosofía hija, ¿estas segura que quieres pasar tu vida con ese chico? has tenido excelentes novios antes, y quizás pueda llegar a tu vida alguien que te hale de los brazos de tu pareja.
-Tío, he tenido muchos novios, a los cuales pensé amar, luego de un tiempo los olvide y ese sentimiento quedo en el olvido, hasta que conocí a Ivan, al principio no lo tome en serio porque seguía con el pensamiento de “tener un novio por tenerlo, no son nada importante”. luego de un tiempo el me demostró que no debía ser así, que seamos jóvenes no significa que no tomemos en serio una relación, empece a sentirme enamorada de el, al igual que con los otros, luego con sus demostraciones de confianza y de afecto ese sentimiento creció, nunca me había sentido así, jamas pensé tomar en serio a una pareja. Poco a poco llegue a un punto donde jamas pensé llegar: estar verdaderamente enamorada, dar todo por alguien en realidad, no solo decirlo, que me duela lo que a el le duela, sonreír porque el sonríe, cosas así tío. No creo que llegue otro chico que me aleje de el, porque no llegara alguien que me haga sentir algo mas grande de lo que siento por Ivan, esto es amor, no el sentimiento confuso que se suele sentir, es amor del sentimiento seguro que casi nunca se ha llegado a conocer.

¿Te conozco?

Estaba sentada en el paseo Colon, de Anzoategui, leyendo uno de mis libros favoritos ‘Don quijote de la mancha’, casi nadie lee este tipo de libros hoy en día, se preocupan por algo con mas drama, pero yo no, este libro es lo que me gusta;

“Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra.”

Al terminar de leer esa lineas empezó a llover, corrí para tomar el bus, cuando logre subir a uno que se dirigía a Boyaca I, sabia que iba a poder terminar tranquila de leer. A mi lado había un joven de tez blanca, y cabellos negros, su aroma me cautivo, y no me pude concentrar para terminar de leer, cerré mi libro y suspire solo para sentir su aroma nuevamente, al realizar esta acción, el me miro ”¿Ya lo has terminado de leer? es un excelente libro que merece atención.” Lo mire y note la oscuridad de sus ojos, eran negros como el carbón pero brillaban como diamantes, respire tranquila y le respondí ”No, ya es la tercera vez que lo leo, es uno de mis libros favoritos.” El joven solo sonrió y quedo en silencio unos segundos.

-Perdone, ni siquiera me he presentado, mi nombre es Julian, estudio en la universidad de oriente, – Me dio la mano y me sonrió – un gusto.
-Un placer, soy Carolina y estudio en el Politecnico Santiago Mariño.
-¿Que estudia?
-Arquitectura ¿y usted?
-Ingeniera civil, perdone, ya casi me toca bajar, si quiere podemos seguir hablando para conocernos. – En una tarjeta de publicidad empezó a escribir y me la entrego – Tome mi numero.

Lo escribí en mi celular y lo llame, para que el tuviera mi numero de celular, nos despedimos y se fue, quince minutos después ya estaba en mi casa, deje mi cartera en la mesa y las llaves en el mesón de la cocina, tome un poco de agua y fui en busca de mi celular para llamar a mi prima, pero, para mi grata sorpresa tenia un mensaje de el chico que había conocido en el bus.

“Un placer conocerla hermosa Dulcinea de ojos negros, espero responda este mensaje y podamos acordar una cita.”

Inmediatamente le respondí, nos escribimos durante horas, pero al final acordamos vernos para tomar un café. De noche, ya muy tarde, nos despedimos.

“Perdona si te distraje hasta muy tarde, pero es muy agradable conversar contigo, buenas noches dulce chica, nos veremos mañana”.

Al día siguiente nos vimos, charlamos durante dos horas sobre libros, autores, citas, entre otras cosas. Lo empece a creer “el chico de mis sueños” pero ademas de amante del romanticismo y la ficción, me interesa la realidad, no puedo enamorarme de una persona que apenas conozco, conocerlo seria lo mejor, decidí planear mas encuentros con el, y cada vez que nos veíamos lo detallaba, me di cuenta de las cosas buenas y malas que tenia, era un excelente estudiante, amante de la literatura, dedicado y preocupado por sus cosas, pero también era odioso y a veces un poco fuera de contexto; No importa, pues conmigo no era odioso, y me agradaba a veces salir de las charlas cotidianas.
Luego de tiempo de salir y conocernos decidimos vernos en el mismo lugar donde primeramente tomamos un café, al llegar allí lo veía nervioso, daba un aire de preocupación, no de mala manera. me gusto verlo así, no entendía porque pero siempre me inspiraba confianza.

-¿Julian que te sucede? llevamos un buen tiempo aquí y te sigo notando nervioso ¿Que sucede?
-Carolina, lo que pasa es que necesito preguntarte algo, y me aterra la idea de que tu respuesta no sea la que yo espero.
-¿Que necesitas preguntarme? -Me tomo las manos y sonrió-
-Llevamos un tiempo saliendo y me gustaría, hacerlo formal ¿Querrías ser mi novia?
-Esperaba que dijeras eso, me encantaría ser tu novia -Me levante y lo bese-

Nuestro primer beso, el primero de miles, nuestra historia es una sin final.

Un par de besos.

“Voy a invitarte un par de cervezas, y hablemos de amor y otras idioteces. Al tercer trago nos pongamos filosóficos, discutiendo teorías existenciales sobre sí fue lo nuestro un amor de locos. Si tenemos suerte y hay buena música, bailar contigo como en otras noches. Si te vuelvo a ver, olvida el café o el helado, te invito un tequila o ron añejado, y me cuentes sin remordimientos, como, de qué forma me olvidaste, si yo aún estoy aquí, planeando tu encuentro imaginario.”

—   J.A Cedeño 

Nuestra extraña época

La estadística, que sin duda es un instrumento valioso para entender ciertos fenómenos, se ha vuelto en nuestra época la piedra filosofal. Antes todo querían convertirlo en oro, ahora todo lo convierten en cifras. Todos los días nos llevan y nos traen con cifras que nos producen la ilusión de que todo es medible, de que todo es contable, y a veces perdemos la visión de la complejidad de los hechos gracias a la ilusión de que entendemos el mundo sólo porque conocemos sus porcentajes.

Cifras llenas de importancia que, por lo demás, cambian de día en día. Los gobernantes suben y bajan en popularidad como en una montaña rusa al empuje de los acontecimientos, y están aprendiendo que a punta de escándalos, de riesgos y alarmas, es posible mantener el interés y hasta la aprobación de la comunidad.

Nadie parece preguntarse si detrás de esas cifras hay hechos profundos y datos verdaderos, si detrás de esas alarmas cotidianas hay cambios reales, si detrás de esos éxitos atronadores hay verdaderas transformaciones históricas.

Roma creyó que era posible gobernar con pan y circo. El mundo contemporáneo le está demostrando que en esa fórmula sobraba el pan. Vivimos en la edad del espectáculo, en la edad de la satisfacción inmediata, ya quieren que nadie se pregunte de dónde viene ni para dónde va sino sólo cuál es el próximo movimiento, cuál es el último acontecimiento. Las modas han reemplazado a las costumbres, las noticias a las tradiciones, los fanatismos a las religiones, la farándula a la política.

Paul Valery decía que llamamos civilización a un proceso cultural por el cual la humanidad tiende a ponerse de acuerdo sobre valores cada vez más abstractos. Y es verdad que allí donde las sociedades primitivas luchan por la tierra, por el oro, por la acumulación personal, las sociedades organizadas luchan por la libertad, por la justicia, por la igualdad de oportunidades, por la dignidad, por la legalidad.

En una sociedad primitiva, si la ley es un estorbo para alcanzar un fruto concreto, se viola la ley con arrogancia y con descaro. Ello permite logros inmediatos pero vulnera ampliamente el pacto social, deja a algunos protagonistas más fuertes pero a la comunidad inevitablemente más débil.

Hay una conspiración en el mundo contra la lucidez, contra la lentitud, contra las serenas maduraciones, contra los ritmos naturales, contra el esfuerzo, contra la responsabilidad. La inteligencia, por ejemplo, es estorbosa a la hora de lograr la unanimidad: es mucho mejor la disciplina y la sumisión.

Las cosas profundas maduran lentamente, pero ahora se quiere que todo sea útil enseguida, no viajar sino llegar, no aprender sino saber, no estudiar sino graduarse, y terminamos creyendo que vale más el resultado que el proceso. Si las semillas tardan en retoñar, piensan que hay que intervenir los procesos para que las semillas revienten antes, para que la planta brote más pronto, para que la tierra extreme su trabajo y las cosechas se multipliquen.


La tradición nos enseñó que todo logro requería un esfuerzo, esta sociedad nos soborna con la ilusión de metas sin caminos, de felicidades sin méritos, de placeres sin contradicciones, de paraísos sin serpiente. Quieren hacernos creer que es posible vivir en un mundo donde nuestros actos no tengan implicaciones morales ni consecuencias prácticas, una felicidad sin esfuerzo y sin responsabilidad, un orden de la realidad puramente lúdico donde nada tiene graves consecuencias.

La gran seducción de las pantallas de nuestro tiempo nace tal vez de que en ellas todo pasa y nada permanece, de que allí todo lo vemos y nada parece comprometer nuestra responsabilidad. La función seguiría aunque no estemos allí para verla, no estamos personalmente implicados en ella. Los noticieros traen datos alarmantes, crímenes, guerras, accidentes, pero enseguida nos dan el postre frívolo que facilite la digestión: aunque acaben de morir cien mil personas por un sismo en la China el juego en el estadio sigue invariable, por la pasarela fluye el desfile sin interferencia… nada ha pasado. Y es que en la pantalla todo equivale a todo, no hay escala de valores, orden de prioridades, un bombardeo es igual a un chisme de farándula, un acto de gobierno es casi lo mismo que la voltereta de un funámbulo.

Como en los dibujos animados, como en los juegos electrónicos, como en los cuentos de hadas, nadie muere realmente, nadie se equivoca, nadie fracasa. La realidad virtual es la única, mientras todo ocurra en la pantalla nada es verdaderamente conmovedor, ni aterrador, ni fatal.

Basta pulsar el control remoto y un juego de tenis reemplaza los campos de muerte, un conejo animado sustituye los crímenes, una Venus de Yves Saint Laurent borra los rehenes que languidecían en sus selvas. Por eso no es extraño que la pantalla guste más que la vida: en la vida hay problemas reales, dificultades que exigen decisiones, dramas sociales que reclaman criterio, espíritu crítico, esfuerzo y responsabilidad.

¿Podrá llegar a alguna parte una sociedad que cada vez más busca sólo el pacto lúdico del placer inmediato, el terror virtual de las inmolaciones sin consecuencias, la adrenalina de las catástrofes interrumpidas por la pausa publicitaria? No es de extrañar que el único criterio que sobreviva sea la tenue capacidad de decidir entre marcas, entre fanatismos, entre colores, entre ornamentos.

No es de extrañar que escojamos a los gobernantes por la fotografía, las profesiones por su virtual éxito económico, las amistades por la ropa que usan, las ideas por cuán fácil sea obedecerlas y aplaudirlas. Y que no le queden a una juventud desorientada, enfrentada de repente a los dramas verdaderos de la vida verdadera, más opciones que la desesperación, la impaciencia, la neurosis, las evasiones narcóticas, el consumo compulsivo, el aullido y la nada.

”Jamás dejes que las dudas paralicen tus acciones. Toma siempre todas las decisiones que necesites tomar, incluso sin tener la seguridad o certeza de que estás decidiendo correctamente.”